2008/10/01

El caso de Jorge Peñuela

Tras un matrimonio de 12 años, cinco de los últimos en franca decadencia, nacieron mis dos bebés Mariana y Sara, quienes de inmediato se convirtieron en la ilusión de mi vida. Sin embargo, y dado el desamor que se había apoderado de mi matrimonio, en gran parte debido a unos celos enfermizos de la mamá de mis hijas, me enamoré de una mujer maravillosa.

Le dije a mi esposa en ese entonces que necesitaba un tiempo para pensar, ante lo cual ella respondió con agresividad que se imaginaba que había otra mujer en mi vida y que si me iba, jamás me iba a dejar volver a la casa ni a ver a mis hijas.

Dicho y hecho, a los 8 días de mí salida de la casa (que fueron de insultos e improperios), me llamó curiosamente conciliadora y dulce para que recogiera a mis bebés en el jardín infantil y pasara la tarde con ellas. Así ocurrió, recogí a mis muñequitas y nos fuimos a mi casa materna, en donde nos esperaba mi madre, mi hermana y su novio (profesional de la medicina como yo) y pasamos una tarde maravillosa.

A los 4 días recibo una citación de una comisaría de familia que me impedía volver a ver a mis bebés y/o tener cualquier contacto con ellas por una denuncia interpuesta por la madre de las niñas por un supuesto abuso sexual (tocamientos) de mi parte hacia mis bebés ¡En presencia de mi propia madre y mi hermana!

La investigación de la Fiscalía se extendió por más de dos años, durante los cuales no he podido ver a mis hijas y/o hablarles siquiera, y tras este largo periodo, deciden llevarme a juicio por conocidas presiones políticas de concejalas de Bogotá y de la dirección de la Fiscalía General de la Nación.

Ahora me encuentro en la cárcel, porque me convertí en un súbito peligro para la sociedad (en más de 24 meses de investigación, nunca fui un peligro para nadie) y además me convertí en el chivo expiatorio de una ley que busca mostrar “resultados positivos” y dividendos políticos.

Jorge Peñuela

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