Tras un matrimonio de 12 años, cinco de los últimos en franca decadencia, nacieron mis dos bebés Mariana y Sara, quienes de inmediato se convirtieron en la ilusión de mi vida. Sin embargo, y dado el desamor que se había apoderado de mi matrimonio, en gran parte debido a unos celos enfermizos de la mamá de mis hijas, me enamoré de una mujer maravillosa.
Dicho y hecho, a los 8 días de mí salida de la casa (que fueron de insultos e improperios), me llamó curiosamente conciliadora y dulce para que recogiera a mis bebés en el jardín infantil y pasara la tarde con ellas. Así ocurrió, recogí a mis muñequitas y nos fuimos a mi casa materna, en donde nos esperaba mi madre, mi hermana y su novio (profesional de la medicina como yo) y pasamos una tarde maravillosa.
La investigación de la Fiscalía se extendió por más de dos años, durante los cuales no he podido ver a mis hijas y/o hablarles siquiera, y tras este largo periodo, deciden llevarme a juicio por conocidas presiones políticas de concejalas de Bogotá y de la dirección de la Fiscalía General de la Nación.
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